Esta mañana, en el
parque, Irene me ha pedido que le compre un globo.
Un lazo alrededor de
su muñeca evitaba que Bob Esponja saliese volando.
Ato el nudo con una
fuerza contradictoria: suficiente como para que no se deshaga, pero no tanta
como para que le duela.
Después abro mucho
los ojos.
El frío. Su abrigo
nuevo. Las botas con los pantalones de pana por dentro.
No se me puede
olvidar esta forma de sonreírme.
Un nudo que no se
deshaga.
Porque el aire pesa
más que algunos gases.
Y la vida, menos que
los recuerdos.